Antes de 1991, el partido comunista gobernante dirigió toda la economía del país a través de una serie de planes quinquenales. Todos los medios de producción estaban bajo control estatal, la agricultura estaba totalmente colectivizada, la industria estaba nacionalizada y la empresa privada estaba estrictamente prohibida. Además, una disposición de la constitución prohibió al gobierno buscar ayuda extranjera, aceptar préstamos o permitir inversiones extranjeras, lo que contribuyó a la reputación de Albania como aislacionista. En el período poscomunista, la toma de decisiones económicas se descentralizó y se levantaron las restricciones al comercio privado. La inversión extranjera fue pronunciada a mediados de la década de 1990, con asistencia proveniente de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. A mediados de esa década, Albania contaba con la economía de más rápido crecimiento en el continente, pero, como uno de los países más pobres de Europa, todavía se consideraba menos desarrollada.
La transición económica de Albania tropezó en 1997 cuando los inversores individuales, que constituían quizás un tercio de la población del país, fueron víctimas de un esquema de financiación piramidal que devastó la economía nacional y provocó semanas de anarquía. Se convocó una fuerza multinacional patrocinada por la ONU para restablecer el orden. Este caos, agravado por el conflicto de Kosovo a fines de la década, condujo a una polarización política frenética que ralentizó el desarrollo de la economía albanesa durante varios años.
Aún así, la reforma económica continuó y, a principios del siglo XXI, Albania registraba un crecimiento anual modesto en el producto interno bruto (PIB). Las remesas de albaneses que trabajan en el extranjero representan una cantidad significativa de ingresos. Aunque más de las cuatro quintas partes de la economía ha sido privatizada desde la década de 1990, el proceso de transformación ha sido lento y desigual.
Albania ha logrado un notable progreso económico durante las últimas tres décadas. Debido al fuerte desempeño del crecimiento, Albania pasó de ser una de las naciones más pobres de Europa a un país de ingresos medios, con la pobreza disminuyendo a la mitad durante ese período.
Sin embargo, el modelo de crecimiento de Albania debe pasar del crecimiento impulsado por el consumo al crecimiento impulsado por la inversión y la exportación. El nuevo modelo deberá ayudar a aquellas personas con menos acceso a oportunidades económicas para contribuir y beneficiarse del crecimiento económico.
Para acelerar el ritmo de crecimiento equitativo, Albania está implementando reformas estructurales que aumentarán la productividad y la competitividad en la economía, crearán más empleos y mejorarán la gobernanza y la prestación de servicios públicos. La conectividad regional mejorada y el acceso a los mercados regionales y mundiales, junto con la exportación y la diversificación del mercado, también pueden ayudar a promover un crecimiento más rápido.
Al reconocer estos desafíos, el Gobierno de Albania ha estado trabajando en un programa de reforma de base amplia centrado en la sostenibilidad macroeconómica y fiscal, la estabilización del sector financiero, las preocupaciones energéticas, la asistencia social y la reforma de la discapacidad y la descentralización territorial.
El progreso significativo, impulsado por las reformas en curso, ha creado las condiciones para un repunte de la confianza empresarial y la demanda interna, incluidos los primeros signos de una mayor inversión y una recuperación impulsada por las exportaciones. Mantener el impulso y la implementación de la reforma es fundamental para el crecimiento económico continuo de Albania y las aspiraciones a la integración de la Unión Europea (UE).